Cuando en una conversación hablamos de modelos urbanos con los que movernos ágilmente en el congestionado tráfico de las grandes ciudades, rara es la ocasión en la que no sale a relucir el nombre del FIAT 500. Este pequeño modelo italiano a casi todo el mundo le resulta tremendamente simpático, lo que unido a un precio de salida atractivo y sus innumerables posibilidades de personalización le han valido para posicionarse como uno de los líderes en su segmento.
Eso está muy bien cuando no podemos o queremos movernos fuera del ámbito urbano, pero a algunos de esos usuarios también les gusta salir los fines de semana a recorrer sus tramos de carretera favoritos. El caso es que no todos pueden disponer de varios vehículos en su garaje para coger uno u otro en función de lo que le apetezca hacer ese día y, precisamente, para ellos el gigante italiano de la automoción tiene la división Abarth.
Sobre la excelente base de los FIAT 500 se realiza un desarrollo específico, ya bajo el signo de la prestigiosa e histórica marca fundada por Carlo Abarth, donde se potencian los motores, se optimiza el chasis, se mejoran los trenes rodantes (suspensiones, frenos y ruedas) y se le da finalmente ese toque racing que tanto gusta a sus seguidores. Con ello se consigue seguir manteniendo un modelo que se desenvuelve aceptablemente bien en el ámbito para el que fue diseñado (la ciudad y su entorno), con un plus de deportividad y equipamiento exclusivo, no disponible para los homónimos de FIAT, sin perder apenas en su polivalencia, pero convirtiéndose en un auténtico matagigantes cuando de recorrer un tramo de montaña se trata.
Y eso es lo que vamos a tratar de averiguar en nuestra prueba semanal. ¿Responderá a lo que esperamos de él?
Exterior
El pequeñín de la firma italiana no ha pasado precisamente desapercibido en su deambular diario, durante la semana que pudimos disfrutar de él. En primer lugar por la llamativa y efectista decoración bicolor, con la tonalidad Negro Scorpione (apelativo muy apropiado…) de la parte superior de la carrocería, junto al Blanco Gara con el que estaba decorada la inferior, así como por la suspensión rebajada o las preciosas llantas de aleación de 17 pulgadas de diámetro. Aunque, pensándolo bien, a lo mejor también tenía algo que ver el bronco sonido que emanaba de sus escapes cada vez que acelerábamos aunque fuese ligeramente, para salir en un semáforo…
Además estaba el hecho de poder circular descapotados, retirando el techo superior de tela, con lo que ponernos a sus mandos se convertía en una auténtica delicia ahora que parece que los rigores del invierno han desaparecido y la primavera poco a poco va dando muestras de estar aquí para quedarse.
Aunque la “C” de su denominación pudiera darnos a entender que se trata de un “cabrio” en realidad es más propiamente un “targa”, donde los montantes laterales del techo permanecen en su lugar (mejorando la rigidez de la carrocería) y es el techo de tela el que se repliega eléctricamente hacia atrás, pudiendo adoptar tres posiciones preestablecidas (y múltiples intermedias cuando dejamos de pulsar el botón de accionamiento) la última de ellas, en la que se oculta completamente el cristal trasero, lamentablemente, dificulta enormemente la visibilidad posterior. Una de sus virtudes radica en que el techo puede accionarse sea cual sea la velocidad a la que nos movamos, con las lógicas precauciones, incrementándose notablemente su facilidad de uso.
Con la capota abierta podremos circular dentro de los límites legales sin que el viento sea un problema para los ocupantes, por lo menos para los de las plazas delanteras. Otro tema es el del ruido, pero en ningún caso alcanza dosis preocupantes. Cuando lo cerramos la rumorosidad mejora, pero su aislamiento no es comparable al de un techo rígido, apreciándose pequeños susurros del aire que no resultan excesivamente molestos, además de permitir escuchar mucho mejor, eso sí, el atrayente sonido con que nos deleitan los escapes. Hemos probado su impermeabilidad tanto con lluvia como en lavados automáticos o con lanzas a presión y en ningún caso se ha filtrado ni una sola gota de agua. Excelente el trabajo en este sentido.
Sus dimensiones generales son realmente reducidas, con una longitud total de 3,657 metros, una anchura sin espejos de 1,627 metros y 1,893 metros con ellos. La altura es de 1,485 metros, mientras que la distancia entre ejes es de tan sólo 2,300 metros. Pero no te das verdadera cuenta de sus contenidas medidas hasta que lo aparcas en tu plaza de garaje habitual o intentas estacionarlo en la calle en ese sitio imposible al que varios de los que te preceden han tenido que renunciar, soltando sonoros exabruptos…
Como no podía ser de otra forma, el frontal está presidido por el logo de la firma del escorpión, de considerables dimensiones, como pretendiendo dejar bien a las claras sus deportivas intenciones, encastrado en un resalte cromado. El diseño de esta zona viene marcado por las cerradas formas de la parte superior de la calandra frontal en contraposición con las grandes aberturas de aireación existentes en el paragolpes, que en el caso de la unidad probada contrastan notablemente con el color Blanco Gara en el que está decorada. Los plásticos grises contribuyen a realzar sus formas, mientras que un pequeño splitter delantero remata esta zona en su parte inferior.
Los grupos ópticos están divididos en tres ubicaciones diferentes: La principal, compuesta en esta versión por unos excelentes faros de xenón que proporcionan una iluminación intensa y de alta calidad, contribuyendo a aportar la seguridad necesaria a la hora de abordar tramos de curvas cuando el sol ya se ha puesto, también integran la función de intermitentes; sólo un poco más abajo se encuentran las luces de día, de forma ovalada y que recurren a las tradicionales bombillas de incandescencia para realizar su función; por último, encastradas en las tomas de aireación inferiores, tenemos las diminutas luces antiniebla desde donde ejercen eficientemente su importante labor.
La trasera deja bien patente las intenciones de este deportivo. La parte superior, si el techo está cerrado, está presidida por un pequeño spoiler en plástico negro, donde se integra la tercera luz de freno. Si este se encuentra totalmente plegado, a pesar de quedarnos sin ventanilla trasera, el alerón desciende a una altura inferior y la tercera luz de freno también queda en una posición suficientemente visible para los conductores que nos siguen.
Justo debajo se muestra, al igual que en la parte delantera, un gran logo de la firma del escorpión, por si quedaba alguna duda de su origen. Los grupos ópticos traseros son relativamente pequeños, agrupándose en una sola ubicación todas las funciones. Quizá sean de los aspectos menos originales de todo el conjunto.
Pero lo que más nos gusta de esta zona es la parte inferior, con un paragolpes de formas redondeadas, con unas pequeñas aberturas laterales pero, sobre todo, donde los bajos cuentan con una franja que simula un difusor y se encastran las dos salidas del sonoro sistema de escape con que cuenta esta unidad, y que forma parte de su indudable atractivo.
La vista lateral transmite una gran fuerza y dinamismo, tanto por la carrocería bicolor, como por la reducida altura general debida a la suspensión más deportiva. Los pasos de rueda sobredimensionados están completamente ocupados por las bonitas llantas Abarth de aleación, con 17 pulgadas de diámetro y 10 radios, sobre las que se montan unos efectivos neumáticos Pirelli PZero Nero en medidas 205/40 ZR 17 84 W. Las puertas son otros de los elementos más destacados de esta zona, junto con los grandes espejos laterales o las faldillas que adornan los bajos. No podía faltar tampoco, junto a la maneta de apertura, el omnipresente logo de Abarth, acompañado en esta ocasión por la denominación del modelo: “595”.
Interior
Todos los que conozcáis el interior de un FIAT 500 no os llevareis ninguna sorpresa a la hora de analizar el de este Abarth aunque, indudablemente, va un paso más allá respecto a lo que estamos acostumbrados en el pequeño urbano italiano, gracias a los detalles específicos de equipamiento disponibles en esta versión.
Como en todo buen modelo italiano que se precie, el diseño es una de sus señas de identidad y en el interior también se manifiesta de forma evidente. Sorprende la calidad de la mayoría de sus acabados, aunque también hay algunos plásticos que desentonan en el resto del conjunto como es, por ejemplo, el caso de las levas del cambio Abarth Competizione, situadas detrás del volante y realizadas en un plástico no acorde con las aspiraciones deportivas de este modelo.
El cuadro de relojes destaca por la curiosa disposición de la información, con el velocímetro envolviendo al cuentarrevoluciones que se encuentra en su interior. Los diversos testigos se reparten en la zona más externa del mismo, mientras que los datos más cruciales como consumos, kilómetros recorridos, nivel de combustible o temperatura del refrigerante, además de las informaciones relacionadas con el equipo de música, bluetooth, navegador, etc. lo hacen en una pequeña pantalla situada en el círculo central. Otra segunda esfera que sobresale en la parte izquierda del cuadro muestra la presión de soplado del turbo y en su interior un letrero luminoso nos indicará cuando circulamos en modo Sport.
El volante, a pesar de su agradable tacto y diseño, sigue adoleciendo de los mismos defectos del modelo del que deriva: tiene a nuestro entender un tamaño e inclinación excesivos, y además solamente es regulable en altura y no en profundidad, lo que dificulta que encontremos la postura idónea para conducir.
En la parte superior del salpicadero encontraremos un navegador extraíble, elaborado exprofeso para la marca por la firma TOMTOM y cuyas indicaciones también pueden ser vistas en el cuadro de mandos, tras el volante. El único inconveniente que presenta es que reduce considerablemente la visibilidad anterior que ya no es excesivamente boyante por las reducidas dimensiones del parabrisas.
El salpicadero admite múltiples posibilidades de personalización y la opción elegida en nuestro caso presenta un color blanco que crea molestos reflejos en un día soleado (y más con el techo abierto como es propio de la estación en la que nos encontramos). La parte central del mismo está presidida por el equipo de audio, con una calidad aceptable para el modelo del que se trata, y del que haremos poco uso (más bien ninguno) cuando circulemos por nuestra carretera de curvas favorita: ¡estaremos deseando oír el sonido proveniente del escape! Si seguimos descendiendo nos toparemos con los mandos del Warning, la tecla Sport y la de los antinieblas, luego los controles del sistema de climatización, para continuar con los elevalunas eléctricos y, finalmente, en la ubicación que debiera tener la palanca de la caja de cambios manual, los controles que gobiernan el cambio Abarth Competizione, del que hablaremos más extensamente en la segunda parte de esta prueba.
La habitabilidad no es tampoco uno de sus puntos fuertes, con dos zonas claramente diferenciadas. Los bonitos asientos delanteros ofrecen espacio suficiente para sus dos ocupantes, con un excelente diseño, forrados en cuero de agradable textura y que sujetan bien el cuerpo incluso en los recorridos más ratoneros, aunque su sistema de regulación no nos ha convencido del todo, echando de menos algunos ajustes para encontrar fácilmente la postura idónea. Si quieres ir un paso más allá, entonces debes decidirte por los espectaculares asientos Abarth Corsa, realizados por el especialista Sabelt. Mientras que los asientos traseros, en contraposición, sólo sirven para realizar cortos viajes (y para personas de no mucha talla), primero por la dificultad añadida que supone acceder a ellos y en segundo lugar porque resultan claramente insuficientes si hablamos de comodidad.
Maletero
Aquel que esperara encontrar en este Abarth 595C Turismo un maletero similar al de un monovolumen creemos que se ha equivocado de modelo. Bromas aparte, éste es uno de los aspectos que más penaliza al pequeño urbano de la firma italiana. Su boca sumamente estrecha da acceso a un hueco de reducidas dimensiones, por lo que si queremos aprovecharlo mínimamente tendremos que practicar antes echando unas cuantas partidas al Tetris…
Según las medidas disponibles en la ficha oficial cubica 182 litros, lo que supone que, a duras penas, podremos transportar poco más que una bolsa de deportes de medianas proporciones, si es que primero conseguimos que entre en el interior, o quizá un par de mochilas o bolsas que se adapten mejor al interior. Por lo tanto olvidémonos de llevar el equipaje de los cuatro posibles pasajeros que pueden viajar en este pequeño modelo.
Si plegamos los asientos posteriores (esta vez en una proporción 50/50), tarea bastante dificultosa por cierto, pues hay que realizarla desde delante, una vez hayamos accedido a dichas plazas abatiendo los asientos anteriores, el hueco será poco mayor, como se aprecia en las fotografías, no dispondremos de una superficie plana y resultando válida esta opción para bultos que más que por su volumen destaquen por su mayor longitud. Para el resto de circunstancias tendremos que recurrir a ese amigo con familia que tiene un monovolumen, o uno de los muy vendidos SUV de moda, o bien directamente alquilar una furgoneta.
Justo debajo de la superficie de carga se encuentra el kit de reparación, que servirá simplemente para sacarnos del apuro, en el caso de que suframos un pinchazo en una de los cuatro neumáticos principales, y consigamos llegar hasta un taller especializado.
No dejéis de leer la segunda parte de nuestra prueba a fondo de este simpático y deportivo Abarth 595C Turismo, que en breve estará con todos vosotros.
Galería de imágenes: